- Primero sentimos como la primavera hace florecer los más bellos prados de amor en nuestro corazón, todo se llena con hermosos colores y disfrutas del aroma de las flores más exóticas que jamás hayas visto.
- El verano llega y sientes como tu alma se regocija en cada rayo de sol que sin permiso ingresa por tu ventana y se esconde en tu pelo, haciéndote sentir que sólo veras cielos despejados, alejados de las inclemencias de la vida.
- Con el otoño, todo empieza a declinar, las flores que antes veías frondosamente aferradas al verdor de los árboles han perdido su color y ahora yacen en el suelo y, sin embargo, siguen siendo deslumbrantemente hermosas, por ello se hace tan placentero caminar por senderos tapizados por su suavidad y alegría.
- Pero al llegar el invierno, todo se congela, el verde es reemplazado por el blanco frívolo, por un hielo que congela cada esquina de tu ser y te empuja a buscar mil y un formas para intentar darle un poco de calor a tu espíritu…
- Al inicio, la flor del amor nació.
- Y el verano la llenó de calor, y le dio emoción a nuestro corazón.
- Pero llegan los vientos del otoño y lo que inicia como un espléndido jardín, ahora no es más que un cúmulo de flores muertas por el camino.
- Y entonces, llega el invierno, llega la indiferencia, la ruptura, la indolencia y con ello nos vemos obligadas a enviar lo que antes nos ilusionaba a un viejo y oscuro desván.
Debemos adueñarnos de los momentos de nuestra existencia y saber que todo lo que nace, ineludiblemente tiene que morir de una forma u otra. No se trata de desarraigarnos de todo lo sentimental, se trata de regalarle un poco de elasticidad a nuestro corazón, así como el planeta con las estaciones, debemos aprender a vivir cada temporada como llegue y cuando llegue, a veces precoz, a veces tardía…
La vida siempre te regalará el privilegio de poder elegir volver a creer, de tu propia decisión depende el no quedarte mirando las flores muertas en el suelo y vivir en una incesante primavera que haga florecer eternamente las mieles del alma.
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