Uno de los dolores más grandes que podemos sentir es el ocasionado por la traición de una persona que amamos intensamente, puesto que no nos explicamos el porqué nos lastiman cuando hemos entregado lo mejor de nuestro ser sin restricciones ni exigencias.
Hay tantos sentimientos encontrados y tantas preguntas sin respuesta que de repente nos damos cuenta de que nos estamos ahogando en nuestras propias lágrimas.
Es frustrante ver como quien nos hiere obtiene un triunfo doble: primero nos traiciona y luego nos deja destrozadas, en una situación mal trecha, en la que creemos que no volveremos a ver un nuevo amanecer.
Lo más común es que nos recriminamos por no enterarnos antes de la traición, pero la verdad es que muchas veces ya lo sabíamos o por lo menos lo intuíamos, el asunto era que aún no podíamos aceptar nuestras realidades para evitar el dolor que vendría, como si aplazar la situación disminuyera el impacto de lo acontecido. Estamos paradas en medio de un desierto y ya no sabemos qué hacer, nos sentimos solas y las preguntas empiezan a calcinar nuestra alma: ¿Por qué me traicionó? ¿Por qué me lastima cuando yo sólo procuro darle amor? ¿Por qué no pudo contarme la verdad? ¿Acaso no merezco que consideren mis sentimientos? La incertidumbre nos golpea y ni siquiera tenemos rabia, quisiéramos odiar, pero lo que sentimos es decepción por las demás e incluso por nosotras mismas. Los primeros, demostraron que no conocen la palabra lealtad y nosotras… Nosotras no sólo cerramos los ojos para confiar, sino que los vendamos para no ver…
No debemos caer en posiciones maniqueas, quizá quien nos ha herido no quería hacerlo y cayó en las inevitables divisiones de la naturaleza humana, pero la cuestión es que lo hizo y como asevera aquel viejo dicho “de buenas intenciones está plagado el camino al infierno”.
No hay justificaciones para la traición, la deslealtad y el rompimiento a destajo con los sentimientos de quienes nos rodean. Ninguna persona sincera traiciona a quien ama.
Todo se empieza a cubrir bajo una densa capa de neblina que nos confunde y nos hace dudar de todas las personas, ya que si nos ha traicionado alguien que creíamos nos era leal incondicionalmente, ¿qué podemos pensar de los demás que no tienen dicha cercanía con nosotras? La desconfianza se apodera del aire y todo tiene olor a duda y desazón. Podemos permitirnos sentir todo lo que la traición nos emana, debemos sacar a fuera nuestros sentimientos, debemos ser como piedras que no luchan contra la corriente del río, sino que la desplazan para que ésta siga su curso. Así, si reprimimos un pensamiento, éste se apoderará de nosotras, por ello, lo mejor es dejarlo fluir hasta que desaparezca en el horizonte de nuestra mente.
El hecho de que nos traicionen, no significa que lo merezcamos. Lo que significa es que nos hemos rodeado de personas que no nos aprecian sinceramente. La traición duele, pero es un hecho pasajero que sanará con el tiempo, no puedes quedarte toda una vida llorando por quién demostró ser una pila de inestabilidades.
Tú eres una persona especial, la adversidad es una ocasión para recordarte lo importante y valiosa que eres, porque si lo ves bien, sólo quien no te merece te traiciona y, ello a veces resulta siendo un beneficio, ya que te liberas de personas inadecuadas y abres el camino a seres maravillosos que seguro responderán con amor a tus votos de confianza.
La luz regresará y cuando todo se ilumine, podrás saber que la traición es una dolorosa señal que nos puede ayudar a rectificar nuestro camino.
Autor: Lluvia
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