domingo, 7 de agosto de 2011

No hay razones para amarte

Es difícil superar el dolor y los recuerdos de un amor. Intentamos olvidar, sabemos que no merece nuestro amor, y sin embargo le seguimos añorando y recordando.
¡No hay razones para amarte! Con el paso del tiempo te dejaré atrás, mis heridas cicatrizarán y un nuevo amanecer llegará a mi vida.








A veces, no tropezar con las piedras es una misión que se nos hace difícil de lograr, cambiamos de camino y sin embargo, nos seguimos encontrando con las mismas piedras, aunque ahora tengan una apariencia diferente. Ponemos todo de nuestra parte para lograr un cambio, pero al final del capítulo descubrimos que no hemos podido terminar con la historia, no en vano las heridas de amor son las más difíciles de sanar, son las que te siguen haciendo mirar atrás aunque tus ojos quieran explorar nuevos cielos.
Y así, todos los días nos levantamos pensando en quien no queremos recordar, sólo evocamos bellos momentos y empezamos a añorar los días en que podíamos tomar sus manos, darle un beso, escuchar su voz, esperar sus llamadas o temblar de nervios al sentir cercana su presencia… Rebobinamos la película y nos damos cuenta de que tenemos más razones para odiar a aquella persona en lugar de amarle… nuestro corazón se encamina en aras de lograr dicha labor y nos preguntamos:
¿cómo puedo amar a alguien que me usó? ¿Cómo es posible que después de tantos desprecios, yo quiera ofrecerle mi amor? ¿Cómo tolero que no haya sabido valorarme y hubiese limpiado el suelo con mi corazón? ¿Cómo es que acepto que yo para él hubiese sido una aventura mientras que yo le regalaba mi alma con cada mirada?
Son tantas las dudas, tantos los vacios que tienes en tu mente, que se desdibujan tus pensamientos y ya ni siquiera sabes si las acciones que desencadenaste fueron un acierto o una equivocación, ya ni siquiera te das por enterada de tus errores y los de él. Todo se cubre bajo la bruma, la misma bruma que retrasa la salida del sol y te ancla a un pasado que ya no sabes si es tan pasado… que sientes como un presente y quizá como un futuro.
El tiempo empieza a convertirse no en la solución que quisiéramos, pero sí en la única que tenemos para resignarnos. La vida nos cambia y  nos sentimos ajenas a las realidades que enfrentamos, pero corazones tan buenos como los nuestros no son tan fáciles de dañar, ni siquiera con los peores desgastes de la indecisión, la indiferencia y la mentira. Por ello, siempre procuramos que nuestra alma se convierta en una especie de “goma de mascar”, pero esa flexibilidad algún día se agota y simplemente nos cansamos y ya no queremos que nuestro espíritu siga en la misma tónica. Queremos cambiar todo y borrar ciertos episodios de nuestras vidas que nos encontramos “rumiando” en nuestros momentos de soledad y nostalgia, pero lo más sensato es hacer como si hubiésemos caído en un terreno de arenas movedizas: cuanto más intentamos luchar contra ellas, mas nos hundimos… La solución entonces, es relajarnos, estirar nuestra “goma de mascar” y dejar fluir sin  luchar.
Este mundo es muy paradójico… Hay muchos porqués sin respuesta alguna… Hay momentos que no podemos olvidar porque sin pedirnos permiso se han clavado en lo más profundo de nuestro ser y ya no sabemos si seremos capaces de desterrar y darle vía libre a nuestro corazón para que recomponga lo que aún sobrevive de nosotras mismas.
Hay tantas cosas bellas, que aunque no sepamos como “reconstruir” nuestro corazón de ciertas heridas, el tiempo y la vida misma se encargan de convertir en una cicatriz lo que alguna vez estuvo abierto.
Podemos encontrar nuevas personas, nuevas razones para creer en el amor, nuevas formas de vivir y sentir. Lo más importante es que tengamos presente que por mucho que tarde el amanecer en llegar, siempre lo hará y tendremos la oportunidad de respirar nuevos aires en los que nuestro corazón encontrará su plenitud en compañía de un alma cautivante.
Autor: Lluvia.
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